
Cuando juega la selección ecuatoriana de fútbol, los periodistas deportivos suelen acudir al término “representativo” para calificar al equipo de fútbol que juega a nombre del Ecuador. ¿Quién los ha nombrado representantes?, ¿ganaron una elección popular? Las respuestas a estas preguntas son nadie y ninguna. Sin embargo, nadie duda de que esas dos docenas de atletas representan al país. Todos nos sentimos encarnados en ellos y en sus manos (o mejor en sus pies) dejamos por unos minutos nuestro “destino”.
El hombre ecuatoriano ha hecho cosas grandes, pero entre ellas, la plástica ecuatoriana ha tenido una relevancia extraordinaria. Por eso nos sentimos representados por los orfebres de La Tolita, por Miguel de Santiago, por Joaquín Pinto y Camilo Egas. En cambio, nadie se siente representado por dictadores como Vintimilla, aun cuando hayan sido constitucionalizados por una asamblea. Para suerte y dicha del país, esa saga gloriosa de la pintura ecuatoriana continúa, con auténtico reconocimiento universal, para orgullo de todos los ecuatorianos. Entre nuestros grandes artistas vivientes destaca nítidamente Oswaldo Viteri. Ciertamente nos representa con sus magistrales dibujos, con sus inquietantes ensambles, con sus concluyentes retratos, con todos los objetos y creaciones que salen de sus manos prodigiosas.
No podemos si no pensar que debe ser escasa la cultura de aquellos que a un artista de la talla de Viteri le niegan representatividad, aunque este jamás haya ganado elecciones…, tema que por lo demás seguramente no le interesa. Sin embargo, los artistas no solo tienen el derecho, sino la obligación de exigir que la condición fundamental de la creatividad, es decir la libertad, no sea coartada. Lo hemos visto en el fascismo, el comunismo y el nazismo, el arte que permiten crecer las dictaduras es siembre ramplón, la buena plástica no combina con el totalitarismo. Por eso hace bien el maestro Oswaldo en tomar postura en este momento tan crítico para la república.
Hay generaciones más jóvenes de pintores que defenderán la eterna vigencia del arte ecuatoriano. Entre ellos tenemos a Jaime Zapata, el eminente realista, cuyos cuadros no hablan solo por el gusto que tienen de seguir siendo cuadros…, y nos encantó verlo portar las andas de la Virgen al inicio de una celebración taurina, dando testimonio de su afición. No era un acto político, por cierto, pero con esta devota acción, el gran artista estaba demostrando que la tauromaquia es un gusto digno de las sensibilidades más exquisitas. Y eso, en estos feos días, es realmente un acto revolucionario.
Para suerte nuestra estos grandes plásticos nos representarán dentro de muchas centurias, mientras sus obras y aun el recuerdo de sus obras perviva… Solo los eruditos sabrán en el siglo XXIII quiénes mandaban el Ecuador de estos días, aun cuando hayan sido elegidos por mayorías abrumadoras (que no han sido tales, por supuesto)… ¿Sabe el 1 por mil de la población quién gobernaba Milán cuando Leonardo pintaba La Última Cena?
Imagen: Derechazo, tinta de Oswaldo Viteri (Ambato, 1931-Quito, 2023) Publicado originalmente en Diario El Universo el 7 de febrero de 2011
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