Los asesinatos de grandes figuras políticas, los magnicidios, en Sudamérica casi siempre terminan impunes. Se suele arrestar a los autores materiales del delito, por lo general hampones de poca monta, pero los instigadores y organizadores de la conjuras, suelen pasear desvergonzadamente por las calles de nuestras ciudades y hasta desarrollar exitosas carreras políticas. Sucedió así con el crimen del candidato ecuatoriano Fernando Villavicencio y parece que el del colombiano Miguel Uribe seguirá igual suerte. La historia nacional está tachonada de magnicidios sin sentencia: Sucre, Piedrahita, García Moreno, Alfaro, Terán, Andrade… Tristes misterios, sangrientas certezas.

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Imagen: Asesinato de Sucre en Berruecos, 
óleo sobre lienzo de Arturo Michelena 
(Valencia, 1863-Caracas, 1898)