La limitada duración de la vida humana se puede interpretar con la imagen de la cascada, nuestra existencia comprende esos escasos segundos en lo que las gotas de agua se precipitan en el aire, libres solo para protagonizar su caída. Ese es nuestro presente. Por eso resultan grotescos los proyectos de los dictadores para concentrar los esfuerzos de enormes países en el inútil alargamiento de la vida, la de ellos, los autócratas, en primer lugar. Los años medida imperfecta de nuestra exigua permanencia, termina hundiéndose en los abismos del pasado, tras de ellos viene el futuro que no conocemos, sobre el que es vano todo intento de dominio.
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Imagen: Cataratas del Niágara, óleo sobre
lienzo de Frederic Edwin Church (Hartford,
1826 - Nueva York, 1900)

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