Personas de mi más alta estima me han pedido que retire de Face Book un post en el que cuestionaba la opinión del papa Francisco I, quien afirmaba que para educar a los niños «dos o tres palmadas en el traste no vienen mal». Como pienso que FB es una red «social» no creo que sea conveniente mantener publicaciones que ofenden a alguien. Se puede criticar, discrepar y cuestionar, pero no ofender. Llamé «pobre hombre» al pontífice, lo que puede ser inapropiado, por eso cumplo con el pedido, pero me permito hacer tres puntualizaciones:
1. Como católico creo en la infalibilidad del Papa cuando define un dogma luego del proceso tradicionalmente establecido. Eso no ha sucedido desde el siglo XIX. El resto del tiempo es un ser humano falible en todo sentido. La Iglesia Católica debe ser, y en la práctica lo es, una comunidad de libertad, en la que, dentro de los amplios y generales límites del dogma, se pueden sostener opiniones muy divergentes sobre todos los aspectos de la religión y de la vida.
2. Hubo papas malos, mediocres, insignificantes y los seguirá habiendo. Hubo los que se equivocaron incluso hablando de teología y se seguirán equivocando.
3. Ya en el tema específico, creo que a los niños hay que ponerles límites, educarlos con normas claras, eso perfectamente se puede hacer, y se hace, sin violencia. Las nalgadas y otros «cariñosos» castigos son una manera de descargar la ira de los adultos y no un método pedagógico. Se puede abundar en los argumentos éticos para descalificar la legitimidad del castigo físico a los niños, pero bástenos decir que el fin no justifica los medios, porque nunca se puede obtener algo bueno de algo esencialmente malo como es golpear a una persona. Las tiranías, especialmente las «dictaduras del corazón», también siempre han argumentado que sus abusos los hacen «por el bien» de los pueblos. Una muy peligrosa mentalidad se agazapa detrás de estos «cariños», por eso no comparto en absoluto, e incluso me asusta, la insistencia del Papa en promover el castigo físico infantil.
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