Verdes y corruptos

Lo peor que le puede pasar a un ser humano en el Ecuador es ser varón, mestizo, heterosexual y tener entre 45 y 65 años de edad. No hay ley ni estatuto que lo proteja. Si usted mira con interés a una chica y tiene 30 años, está coqueteando, pero si pertenece a la que vamos a llamar “generación maldita”, entonces está acosando. Si un homosexual piropea a un hombre y éste le responde con un insulto, será tachado de “homofóbico” y pasará un mal rato. Pero, si un miembro de la “generación maldita” “vacila” a una muchacha y ésta reacciona con un insulto o cachetada, merecerá un aprobador “bienhechito, por viejo verde”. Si un mestizo de 50 años sorprende a un ladrón en su propiedad, lo amarra y lo flagela, terminará, sé por qué le digo, en la cárcel; pero si hace lo mismo siendo indígena estará aplicando “la justicia ancestral” y le protegerán todas las ONG del mundo.

La más grave discriminación que sufre la “generación maldita” es la laboral. Si se queda sin empleo es mejor que se aguce el ingenio para sobrevivir, porque lo más probable es que se haya convertido en un desempleado vitalicio. No piense en la jubilación anticipada, eso no es posible aquí. Normalmente lo que se hace en intentar alguna variante de la informalidad: “me dedico a mi propio negocio”, “hago consultorías”, “estoy de free lance”… en fin, hay muchas maneras de salvar el ego y no decir que se está sin trabajo.

Habrán visto cada semana anuncios buscando candidatos a mandos altos o medios de empresas, en todos ellos se pide alguien “no mayor de 35 años”. Hay varias razones que impulsan esta tendencia. La primera es la misma por la que se reclutan niños para la guerra: preguntan poco y se contentan con menos. Un ejecutivo joven normalmente es menos crítico y más barato, porque los muchachos son bastante menos rebeldes de lo que se piensa. Otra razón, más ecuatoriana, son las leyes como la jubilación patronal y otras garantías, que hacen que los empleadores desistan de contratar a los de la “generación maldita” e incluso se deshagan de los que ya tienen en su nómina. De manera que, si algún legislador quiere ayudar, ¡por Dios, no proponga una Ley de Protección del Varón de Edad Mediana! Solo servirá para complicar la cosas, si así están mal, no las empeore.

Los últimos tiempos, con este descocado frenesí por los cambios, han traído una loca fiebre de juventud. Ya hubo una entidad oficial que promocionaba su transparencia con el argumento de que tiene gente joven. ¡Lo que faltaba! Los de la “generación maldita” no han sido sólo viejos, feos, aburridos, desculturizados, sino, además, corruptos. ¡No contraten un cincuentón nunca! Y uno que pensaba dedicarse a la literatura. Nada de eso. El otro día vino un colombiano que buscaba talentos de menos de 39 años ¡para liberar a la literatura de la gerontocracia! Ya le escribí diciendo que disculpe, que no volveré a cometer novelas.

 

Publicado originalmente el 29 de octubre de 2007
en Diario El Universo

Ilustración: Susana y los viejos en una pérgola, 
tinta sepia sobre papel de Lodewijk Toeput,llamado 
Il Pozzoserrato (c.1550 – 1603 o 1605)