Mi mente está encadenada a un enrejado de percepciones infantiles, entre las cuales guardo la impresión de que el Viernes Santo es siempre nublado, oscuro y frío, mientras que el Domingo de Pascua de Resurrección viene con mañanas luminosas y días cálidos. Este año esta idea se realizó en su totalidad, con un Viernes Santo de lluvia y niebla, aunque en justicia se ha de registrar que a media tarde nos regaló un arco iris definido que nos recordó la promesa de la divinidad: “Mi arco he puesto en las nubes, el cual será por señal del pacto entre mí y la tierra. Y sucederá que cuando haga venir nubes sobre la tierra, se dejará ver entonces mi arco en las nubes. Y me acordaré del pacto que hay entre mí y vosotros y todo ser viviente y no habrá más diluvio”.
Este Domingo de Pascua Florida calzó a perfección con la imagen de día espléndido. La luna se ocultaba rota, como imagen de las malévolas fuerzas de la noche y del sepulcro, dejando libre el cielo sin nube ni mancha. Una bienhechora humedad podía aspirarse al evaporarse el recuerdo de la lluvia nocturna. Sus últimos cristales se deslíen como una diminuta ciudad de vidrio que se disolviese sobre la hierba. Un tiktirián rojo y un tiránido amarillo y gris disputan su territorio de caza en una danza agresiva y alada. Las plantas traídas del Hemisferio Norte florecen con el recuerdo genético de sus primaveras ancestrales, junto a un extemporáneo arupo y un kishuar sagrado. Las ipomeas experimentan en cada nueva germinación colores nuevos mientras la palma kumbi despliega los gruesos rosarios de coquitos ligados también a evocaciones de la niñez irrecuperable y de la juventud ya lejana.
Tras la cortina gris de la tilansia puedo mirar al sol sin deslumbrarme, para agradecer en él la gracia de esta mañana excepcional. Caminaremos todavía días soleados, contemplaremos otros arcos iris en prometedoras tardes y nos abrigaremos íntimos en noches invernales, tratando de acceder a la parcela ínfima de la felicidad que nos ha tocado, por más que las personas soberbias, insensibles o envidiosas intenten exiliarnos del brillo y de la dicha de Pascuas como esta.
Tumbaco, 9 de abril de 2023
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