Música

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“Se escuchó la voz de Schuschnigg. Habló del ultimátum, de que tropas alemanas iban a cruzan la frontera y pidió al ejército austriaco no oponer resistencia. Y terminó ‘que Dios proteja a Austria!’… Lo que siguió fue una experiencia musical única, la más profunda de mi vida: sonó el Cuarteto Emperador de Haydn, que era el himno de Austria y también el de Alemania. ¡Qué apropiadamente vienés! ¡Una nación desaparecía con música!” Así narraba Benno Weiser Varon, ese sabio judío, su vivencia del Anchluss, la absorción de Austria por la Alemania Nazi. La noche del 15 de febrero de 2012, para los ecuatorianos infame, tras la condena a Diario El Universo, recordé este hermoso fragmento, pensaba que las sensaciones que experimentábamos eran en alguna medida semejantes puesto que se evaporó una república…. aunque sin música. Por eso me apresuré a poner en el tocacasetes el Cuarteto Emperador.El amanecer del 16 llegó con las atroces certezas. A ver, cuál era el disco que sigue en la serie que pedagógicamente me he confeccionado… ¡Bien! ¡Preciso! El compacto comienza con la obertura Egmont de Ludwig van Beethoven. Es un hermoso homenaje del genio de Bonn al conde de Egmont, el católico holandés conciliador pero defensor de las libertades de su pueblo, que por oponerse a la implantación de la Inquisición en su país fue decapitado tras una farsa de juicio. Inicia con un enfrentamiento entre un tema lento, símbolo de la opresión, que se opone a otro, apasionado, que es Egmont. Concluye con un himno al triunfo de la libertad, que también se encuentra en la Sinfonía de la Victoria.

El resto del CD está ocupado por la Novena Sinfonía del mismo compositor. A pesar de sus colosales dimensiones es una de las piezas musicales más famosas. Es archiconocido el cuarto movimiento, en el que se introduce el coro que canta la Oda a la Alegría, un poema de Friedrich Schiller. Originalmente este texto se llamaba Ode an die Freiheit, es decir Oda a la libertad. Luego, presionado por la censura, el poeta lo cambio a Ode an die Freude, su ya conocido título. Para celebrar la caída del muro de Berlín, Leonard Bernstein dirigió la Novena utilizando la versión original de la Oda, ¡Freiheit! ¡Freiheit! La música es la reserva de las más nobles aspiraciones de la humanidad. Hitler ganó el plebiscito que ratificó el Anschluss por el 98 por ciento de los votos, Beethoven y Schiller nunca ganaron una consulta popular pero no callarán jamás, importan más que las mayorías más absolutas.

Salgo a la mañana levemente prometedora. Oigo cantar a un wirakchugu, el bello pájaro oro y negro… lo entendí. En el camino escucharé Cuarteto para el fin de los tiempos, de Olivier Messiaen, un experto en el canto de las aves. Esta pieza fue compuesta y ejecutada por primera vez en un campo de concentración. E imagino cinco millones de wirakchugus cantando en un gran campo de concentración de trescientos mil kilómetros cuadrados. No callen, pajaritos.

Foto: Benno Weiser Baron.
Tomado de http://gr-czernowitz.livejournal.com/
Publicado originalmente el 20 de febrero 2012 en Diario 
El Universo