Paulo Coelho: autoayuda sólo para el escritor

Siempre me he resistido a seguir aquella máxima que dice “coma mierda, trillones de moscas no pueden equivocarse”. Como los prejuicios no se llevan estos tiempos decidí lanzarme a experimentar por mí mismo una experiencia coprofágica. El hecho de que decenas de millones de personas se autoayuden con la lectura de los libros de Paulo Coelho, ya es motivo para desconfiar, lo masivo sólo se consigue si se iguala por abajo, por el mínimo común denominador. Así emprendimos con la mente más abierta posible la lectura del Manual del guerrero de la luz.

Fanesca sin bacalao

El acápite que precede a este pequeño volumen me puso en guardia: “Oh, María, sin pecado concebida, rogad por nosotros, que a Vos recurrimos. Amen”. Como sabía que no se trataba de ningún escritor místico católico, me di cuenta que estaba bregando con uno de los exponentes de la New Age, ese sincretismo espiritual que revuelven tan alegremente marianología, ángeles, ovnis, homeopatía, chamanismo, física cuántica, teoría del caos y, en fin, cualquier frase que permita ser un poco irracional.

El libro se inicia con la visión que un niño tiene en una playa, de lo que parece una aparición de la Virgen María. La divina mujer narra al niño la historia de una catedral sumergida, cuyas campanas se siguen oyendo. Es una versión poco creativa de la leyenda bretona de la catedral de Is, que inmortalizaría Debussy. Y de allí para adelante, a esta fanesca posmoderna no sólo le falta bacalao, es decir profundidad, sino que está fundamentalmente elaborada con refritos.

Hay quienes así guisan la tradicional sopa de Semana Santa sin bacalao, dicen que lo hacen para que guste a todo el mundo, porque el fuerte sabor del pescado seco resulta chocante a los paladares metrosexuales. El sabroso potaje queda así reducido a una mala especie de minestrón con choclo. El Manual en cuestión busca los mismos resultados: está mañosamente concebido para calzarle a todo el mundo. Esta no es una conclusión nuestra, consta en fojas: “nadie se considera un guerrero de la luz, aun cuando todos lo sean”.

Abundando en el símil culinario, diremos que además es una fanesca elaborada con fideo. Porque los granos andinos son fuertes y consistentes, mientras que frases tan “profundas” e “imaginativas” como “Un guerrero sabe distinguir lo que es pasajero de lo que es definitivo” nos parecen fofas, harinosas y sin fibra. Y no me digan que estoy sacando de contexto la cita, porque está aislada sin explicación o desarrollo. Y podría añadir cincuenta vaciedades de esa guisa.

El estilo quiere remedar al del maestro chino Sun Tzu y su Arte de la guerra. Pero lo que en Sun es un realismo afilado, Coelho lo transforma en obviedades romas. También cita al I Ching, que es un tesoro cuya consulta es en verdad un método de autoayuda. Pero entre las joyas del milenario tratado el brasileño escoge esta bisutería tan poco decidora: “La perseverancia es favorable”.

Se ve que don Paulo es un hombre de muchas consultas, más que de muchas lecturas, porque una lectura significa para nosotros el haber analizado y digerido cierta obra. Y esto no se encuentra para nada, porque reiteradamente se las arregla para extraer fragmentos opacos de autores brillantes. Pero esto pasará desapercibido en el target al que van dirigidos sus libros: un público sin lecturas.

“Una revolución necesita tiempo para instalarse”, ¿será lo mejor que dijo Lanza del Vasto? “El buen cabrito nunca chilla”, ¿será uno de los proverbios chinos con más contenido? “La primera cualidad del camino espiritual es el coraje”, ¿será una sentencia representativa del pensamiento de Gandhi?

A más de las citas mal escogidas, en el caso de la que hace de Marek Halter, no coincide con la versión que tenemos. Cita Coello: “Hitler pudo haber perdido la guerra, pero terminó ganando algo…”, lo que es absurdo, Hitler no ganó nada con la guerra. En verdad dice “La Alemania de Hitler pudo haber perdido la guerra…”, esto sí tiene sentido, sobre todo de la manera que lo dice el intelectual judío, porque dice que la guerra demostró que todo el mundo es capaz de ver a otra parte cuando ocurren horrores. El comentario que hace el brasileño de la cita mueve a pensar que no la entendió.

Como lo preludiaba el acápite, la principal cantera de la que saca sus molones el autor es el cristianismo. Por eso nos sale con cosas tan originales como que las cualidades del guerrero de la luz deben ser “fe, esperanza y amor”. Recordemos que caridad significa amor en griego. Nadie podría criticar esta apropiación si esto fuese un catecismo católico, pero no nos parece honesto hacerlo pasar por una máxima flamante. Lo mismo que la expresión de San Pablo “el Buen Combate”, que se usa muchas veces sin hablar de su origen, lo que sirve para sorprender a esos millones de lectores desinformados.

El guerrero de la luz “Cuando está solo, habla en voz alta consigo mismo. Alguien le enseñó que ésta es la mejor manera de comunicarse con los ángeles…” ¿No dijo lo mismo, pero más bonito, Antonio Machado? También hay cosas que nos recuerdan demasiado a Borges, a Dumas y a otros autores.

Cuando dice “Un guerrero no pasa sus días intentando representar el papel que los otros escogieron para él”, nos sabe a algo que leímos en Eduardo Galeano. En este caso nos sorprende que sea la única coincidencia, porque son autores muy parecidos, con acierto se ha calificado a Galeano del “Paulo Coelho de la izquierda”.

Cada línea está pensada más que para gustar a todo el mundo, para no disgustar a nadie. Por eso el guerrero de la luz es un ser lleno de defectos y errores, que cada tres o cuatro páginas perdona y se perdona. “Él traicionó, mintió, se desvió de su camino, cortejo a las tinieblas. Y todo continuó saliendo bien, como si nada hubiera pasado”. ¡Qué alhaja! Entonces el mensaje de autoayuda viene a ser: no importa lo que usted ha hecho y tampoco lo que hará, siga no más.

Puede pensarse que tanta indulgencia está hecha en primer lugar para el escritor, cuya afición a las exreinas de belleza ya es conocida. Y sobre todo al hecho de que el autor de este diluido manual de desprendimiento es muy poco desprendido. De hecho, acaba de facturar ¡nueve millones y medio de dólares! por los derechos de autor anticipados de su última obra. Y es sin duda el escritor latinoamericano más rico. Sus libros evidentemente son de autoayuda, de autoayuda para Coelho.

Publicado originalmente Revista SoHo
en abril de 2006